20 años de la otra dictadura

La crisis del 2002 fue un momento muy duro. Más que cualquier título que le pongan por ahí. Yo nací en el ocaso de la dictadura militar y agradezco no haberla vivido pero la crisis, que fue mucho mas social que económica, me agarró en mi plenitud.

Tenía 23 años de edad, cursaba el tercer año de la Facultad de Derecho y hacía tres que trabajaba como periodista en el diario El Pueblo de Salto.

En ese momento todos los días eran grises y de mucho frio, al menos esa es la sensación que tengo cuando trato de cerrar los ojos y recordar lo que pasó.

Periodísticamente, tratando de entender aquel proceso de desfalcos a ahorristas, bancos sin liquidez, anuncios fallidos, un gobierno sin rumbo que viajaba permanentemente a Estados Unidos a pedir ayuda, primero al FMI y después al mismísimo gobierno de George Bush (hijo, el señor de la Guerra), ministros que se iban, declaraciones de todo tipo, caras largas y un presidente que pedía mesura mientras el desempleo crecía, los precios se iban por las nubes y los locales del centro se vaciaban escalonadamente todos los días.

En aquel momento quería contar la historia, pero toda la historia. Al diario llegaba gente todos los días a pedir una nota para contar lo que les estaba pasando. A decir que había despidos masivos o que la empresa cerraba. Los deudores en dólares se unieron en un movimiento y bajaban calle Uruguay todos los días protestando porque perdían sus únicos bienes y ya se hablaba de lo peor de lo peor, la tasa de suicidios se duplicaba.

En lo personal, fueron momentos muy duros. Llegué al diario a trabajar un sábado por la tarde después de haber ido a una jornada académica de Criminología donde se habia hablado toda la mañana del delito de «insolvencia societaria fraudulenta» y me encontré con una asamblea pedida por la patronal. No había plata para pagar los aguinaldos, el dólar se había ido por las nubes y no alcanzaba para cubrir los costos operativos.

Hubo propuestas de todo tipo para evitar no cobrar algo que por mínimo que fuera se trataba de un derecho adquirido, además de necesario. El resultado fue un seguro de paro por 6 meses que fue aprovechado por mi de otra manera, aunque con la Universidad en huelga porque se debía hasta la luz.

La crisis del 2002 motivó la fuga de miles de Uruguayos, sobre todo de jóvenes que formaron su familia afuera y nunca más volvieron. Amigos con los que uno había crecido aunque ya el tiempo borró sus caras, personas que vendían lo poco que tenían para irse a un mundo nuevo, porque todo lo viejo estaba acá. Ya no nos quedaba ni esperanza y como joven me plantee varias veces si seguir acá o correr la suerte de muchos amigos, de cerrar los ojos, dejar el barrio atrás y subirme a un avión.

Fueron años duros, las tormentas pasan y encima hoy hay jóvenes que no vivieron esa otra dictadura del hambre y la desocupación; y repiten como loros que el gobierno de la época nos sacó de una crisis. Cuando su porfiadez y necedad nos sucumbió en ella y encima ninguno de ellos pagó los platos rotos.

Hugo Lemos

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