Chicos llenos de sueños
Marito es un adolescente que desde que tiene memoria vive en hogares de amparo del INAU en Salto. «Este es un crá, hacéle una nota, no sabes como canta», me dijo uno de sus compañeros del Hogar de Amparo donde ambos pasan sus días compartiendo sus angustias, tristezas e ilusiones. Las ganadas y las perdidas. Pero sobre todo la esperanza de que algo bueno va a venir.
Este caso sí que se ajusta a la frase de que «fuimos por lana y salimos esquilados», pero se ajusta a nosotros como periodistas. Después de una entrevista que hicimos con los representantes sindicales de los trabajadores del INAU, el organismo que tiene como cometido esencial el amparo, cuidado y contención de nuestros niños, niñas y adolescentes, que son el futuro de este país, nos topamos con una barra de adolescentes cuasi niños, más niños que adolescentes en sus mentes, que al ver las cámaras se acercaron para saber qué estábamos haciendo. Nosotros estábamos en la vía pública y ellos también, ya que los hogares de amparo en Salto son abiertos.
Charlamos, les preguntamos quiénes eran, qué hacían allí y de dónde venían. Nos dijeron todo. Son gurises de Salto, que no tienen familia, o al menos no hay vínculo con ellas por diferentes razones, abusos, maltratos, abandonos o consumo de estupefacientes. Pero sobre todo nos hablaron de Marito; y él nos cantó su vida a través de las canciones que escribe donde cuenta la violenta vida de tristeza y soledad con la que ha cargado en sus frágiles espaldas todo este tiempo.
Marito va al liceo, juega al fútbol y además escribe canciones y las canta. Pero no tiene familia. ¿Qué te dice tu familia?, le pregunté casi como un desubicado. «Yo no tengo familia», me dijo en la vereda de la que ahora es su hogar. «Porque mis padres se murieron», me dijo. Y siguió hablando de sus canciones y de la posibilidad de que las cámaras lo filmen. Me cantó una de sus canciones con algo de vergüenza pero con mucho talento. Y nosotros, mi socio y yo, fascinados.
«Así nació L’Gante» le dijo mi compañero y él respondió convencido «sí, de abajo», pero mi socio le respondió «no solo eso, sino escribiendo y cantando sus propias canciones y vos andas volando». A lo cual el otro jovencito, con apenas 1 año más de vida que Marito pero con muchas más carencias emocionales y de todo tipo, nos insistía «sí amigo, es un crá, él tiene que animarse nomás», dándole para adelante y estimulando a su compañero.
En esos hogares de amparo de INAU, hay muchos crá, pero quizás la política de trabajo no está bien orientada. Los niños y adolescentes que en Salto son consumidores de sustancias y enfrentan problemas con la ley por la alteración que la droga le causa a sus conductas, terminan durmiendo allí mismo, con gurises como Marito, que además de querer salir adelante debe enfrentar situaciones de violencia causada por estos chicos que lamentablemente su adicción los lleva a robar o amenazar a otros internos, y el clima es espantoso.
Pero hay algo más, su amigo, al ver que nos prendimos en una charla con Marito para conocerlo un poco más y saber cómo los tratan allí, y qué puede hacer el INAU por estos niños, niñas y adolescentes que además de que las autoridades denuncian que son cada vez más pobres no nos cuentan qué hacen por cumplir el cometido de su función que es protegerlos y ayudarlos a salir adelante, nos reiteraba en cada frase «él está parea adoptar», a lo que Marito nos miraba y nos decía «sí, estoy en adopción».
Esas palabras anularon las nuestras, nos hicieron no uno, sino dos nudos en la garganta y nos dejaron descolocados. Porque nos dimos cuenta que no estábamos frente a dos jovencitos internos del INAU, dos adolescentes salteños que han deambulado sus vidas por estos lugares esperando la caridad y el buen trato del funcionario de turno, dos chicos que cuentan cómo viven y narran una historia triste, muy triste, tremendamente triste, sino que además estábamos frente a dos pibes que nos estaban pidiendo ayuda, reclamando amor, cariño, amistad, atención, y querían decirnos que ellos también existían, que también tienen son personas, que también tienen sueños y aspiraciones, y sobre todas las cosas que están dispuestos a recibir cariño para poder darlo.
Está todo bien con el reclamo de los funcionarios de que debe haber más recursos humanos y materiales para el organismo, de que se le debe dar más dinero para sueldos, porque como dijeron «si los funcionarios ganan bien y tienen buenas condiciones laborales los niños, niñas y adolescentes van a ser mejor atendidos». Pero casos como el de Marito nos mueve el piso y nos muestra cómo un pibe que está sometido a situaciones diarias de violencia en el lugar donde están alojados, les anulan las posibilidades de creer en sí mismo, y sobre todo de recibir un sentimiento tan importante, básico y elemental para el ser humano como es el amor.