Lo importante no es cómo la mató
La muerte de Tatiana fue espantosa, no por cómo fue, que también la falta de piedad con la que se cometió el crimen fue aberrante, sino por el sólo hecho de haberse llevado a cabo, algo que siempre genera bronca e impotencia.
El tema acá no es revolver sobre el asunto, ni medir la actuación de la Policía, ni comparar si la Justicia condenó de una manera en este caso o de otra, en otro hecho anterior.
Sino que realmente la situación debe interesarnos e interpelarnos como sociedad, como comunidad, cuestionando nuestros valores para saber si somos capaces de aceptar nuestras diferencias.
Tampoco es imponiendo palabras como deconstrucción, femicidio, empoderamiento, que vamos a hacer la diferencia, porque la violencia que nos interpela viene de un lado y del otro, no tiene género; y si bien en la mayoría de los casos son los hombres los que matan, hay mujeres que también ejercen violencia y todo eso es lo que debemos procurar erradicar.
Un día antes del caso de Tatiana la noticia había sido un aberrante hecho ocurrido en Paysandú. Donde una mujer mató a su esposo, lo enterró en el fondo de la casa y siguió cobrando la pensión que éste percibía. Si bien los noticieros dieron a conocer el caso, no hubo manifestaciones por este hecho ni reclamos de justicia.
Pero lo que ha ocurrido en Salto con Tatiana, con Tamara, con Nataly, con Nazarena cuyo caso sigue impune, debe doler porque es la forma de tomar conciencia de que todas las vidas valen y de que no podemos permitir que pase.
Y esa catarsis social que se expresa en cada caso, pero donde también se exterioriza lo peor del morbo colectivo, debe por lo menos concluir en una reflexión que nos ayude a buscar erradicar la violencia y el maltrato, sustituyéndolo por tolerancia y respeto, a pesar de nuestras diferencias que son las que nos construyen como comunidad.
Y como proclama el movimiento feminista Justicia es que no pase.