De exabruptos y pedidos de disculpas
Cuando José Mujica era precandidato a la Presidencia de la República, todos lo mirábamos con lupa porque estaba cantado que iba a ser el futuro presidente, el segundo de izquierda y el sucesor de un entonces inmejorable Tabaré Vázquez.
Pero como en todos los casos, las personas que tienen mucha presión y una exposición pública permanente, a veces se ven desbordados. Aunque ellos mismos eligen meterse en ese ruedo, pero como todo, pueden llegar a un punto límite.
En ese momento, el Pepe Mujica estaba en el podio de la aprobación popular. Y no todas fueron buenas. En mayo de 2009 en plena campaña hacia las internas que disputó con un resultado aplastante contra Danilo Astori, fue entrevistado en un acto de campaña por un periodista salteño que trabajaba para el Canal 10.
Marito D’angelo, hijo de don Mario, se había ido con mucho esfuerzo a Montevideo, había estudiado ciencias de la comunicación, carrera de la cual se recibió y también estudiaba economía. Era un periodista honesto y se encontró con un Mujica recién llegado de un viaje a Buenos Aires para buscar el llamado «voto Buquebus».
«¿Usted de los líderes de la izquierda es el que mayor relación tiene con los Kirchner, no le pidió nada sobre los puentes (entonces cortado el de Gualeguaychú en reclamo por las papeleras), ellos no se comprmetieron?», preguntó el periodista.
Y tras eso se produjo uno de los exabruptos de un presidenciable más recordados de la historia, un enfurecido Mujica le respondió: ¡yo ni los vi a los Kirchner, fui un acto (qué joder) ¿para qué me hace esa pregunta?, ¿lo mandaron a hacer los mandados?», la sorpresa y malestar del periodista, que además se vio amedrentado por quienes rodeaban al presidenciable, se limitó a un «muchas gracias». A lo que Mujica retrucó: «no me diga muchas gracias, ni piense».
Tiempo después me encontré con Mario D’angelo en Montevideo y me contó que si bien no hubo disculpas públicas, por esas cosas del trabajo se volvió a topar con el Mujica ya presidente, en una actividad oficial en Montevideo y éste lo trató como a un Duque.
«No me pidió disculpas en ningún momento, pero estuvo a mi lado todo el tiempo, me contaba cosas y no se me despegaba, era solo conmigo y al final se me despidió afectuosamente. Los que lo conocen me dijeron: pibe esa es su forma de pedirte disculpas por lo que pasó», me dijo.
Sobre el incidente que había tenido lugar un año antes, me contó: «para mí ya está, pero no se pasa bien cuando un político te hace eso».
El viernes, otro político de peso y seguramente el candidato de la coalición que disputará el balotaje en 2024, Álvaro Delgado, daba una rueda de prensa en su rol de secretario de la Presidencia de la República.
Allí una periodista del canal de televisión que tiene la Intendencia de Montevideo «TV Ciudad», también sufrió algo parecido cuando el jerarca ya notoriamente cansado, le dijo fuera de micrófono, tras varias preguntas de la reportera sobre una posible incidencia de las empresas tabacaleras en el gobierno para flexibilizar la política antitabaco en las cajas de cigarrillos.
«No provoques al pedo, te mandan eh», comentó en una salida fuera de tono y poco habitual de Delgado que sorprendió a propios y extraños.
Pero Delgado reconoció el gafe al día siguiente y pidió disculpas públicas por sus dichos, sobre todo a la periodista. Algo que fue bien recibido por la Asociación de la Prensa Uruguaya que incluyó ese pedido de disculpas en un comunicado.
Al menos tuvo la altura que otros políticos de la coalición de gobierno y también de la izquierda, han tenido al reconocer sus salidas de lugar.
Aunque otros que han insultado y amedrentado de manera reirerada, no tienen ni tendrán esa altura porque son aves de paso, ya que no entendieron cómo debe ser la relación entre ellos y los periodistas, que somos elegidos a diario por la gente para informarlos.
Empero, pedir que no haya más exabruptos parece una quimera, en un escenario de enfrentamiento que asoma a diario por todos los bandos, que si pensaran bien se darían cuenta que en definitiva nadie quiere que ocurra.
Hugo Lemos