Una campaña chaucha que corre el sprinter

Una campaña de bajo rendimiento es la que estamos viendo hasta ahora. Pese a estar a 48 días de las elecciones departamentales, los distintos candidatos y sectores políticos recién empiezan a calentar los motores y asoman las cabezas en algunos lugares donde, según muchos de ellos, ya vienen recorriendo desde hace varias semanas.

Pero la presencia en los medios y en algunos lugares de mayor visibilidad todavía se hace esperar. ¿Cambiaron los paradigmas de la comunicación política que le venden sus asesores? Sería una de las preguntas que cabe hacerse en estos casos, porque a esta altura del partido, hace 5 años, estaban todos en la cancha, poco más que a los codazos, buscando hacerse lugar para arrancar con todo.

Sin embargo, ahora se sacan fotos para postear en las redes y recorren primero el interior, como en la ley del embudo, para ir bajando de a poco hacia lo que más impacto puede generarles a la hora de juntar votos, que son los distintos barrios de la ciudad.

Algunos de los candidatos se quedan con la foto de lo que le dicen algunas encuestas, encargados por ellos la mayoría, que como el alcahuete que les palmea la espalda porque espera el dinero en el sobre a fin de mes, les aseguran que «van bien» y que «no necesitan más que lo que ya tienen».

Pero esa fiebre de encuestitis les puede jugar una mala pasada, ya que muchas veces lo único que les infla, es el ego y les cega la mirada hacia lo importante.

La elección departamental entra en un momento parecido al del premio sprinter en el ciclismo, que es buscar ganar el día a día, pero sin dar una acelerada de largo aliento para llegar de una vez a la meta.

Porque entre la seguridad egocéntrica que le dan las encuestas, entre los que les aseguran el voto a los candidatos pero pueden cambiarlo a último momento y entre los equipos de «asesores» que muchas veces son el gran pelotazo en contra que terminan teniendo los mismos, transcurre una campaña que por ahora está muy chaucha, no enamora, no llama la atención de nadie y solo genera la clásica expresión popular: «¿otra vez elecciones, hasta cuando?», expresada por los que siguen esperando soluciones y ya están hartos de las cantaletas.

Hugo Lemos

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