Violencia Vicaria, una cara terrible de la violencia de género
No hay casos que se recuerden de violencia vicaria ocurridos en Salto, felizmente. Sin embargo, lo acontecido el fin de semana en Barrio Albisu sigue causando estupor y conmoción porque traduce muchas cosas. Entre ellas, un espiral de violencia que nos interpela. Como dijo a laguardia Miriam, una almacenera del lugar, «la situación nos hace saber que realmente no conocemos a las personas más que superficialmente».
Acá es cuando aparece por primera vez para muchos el concepto de Violencia Vicaria, que no es otra que cosa que una expresión de la violencia de género con su cara más feroz. Por eso damos a conocer un estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid que define y comenta de qué se trata la violencia vicaria, caso que se produjo en Salto el fin de semana y que debe ayudar a que abramos los ojos de otra manera.
La violencia vicaria es aquella que tiene como objetivo dañar a la mujer a través de sus seres queridos y especialmente de sus hijas e hijos. El padre ejerce una violencia extrema contra sus criaturas, llegando incluso a causarles la muerte y utilizando recursos de particular crueldad para la eliminación de los cadáveres en muchas ocasiones. El ánimo de causar daño a su pareja o expareja a toda costa supera cualquier afecto que pueda sentir por ellas/os. El asesinato de las hijas o hijos es la parte más visible de esta forma de violencia extrema que destruye a la mujer para siempre; pero es habitual la manipulación de hijas o hijos para que se pongan en contra de la madre o incluso la agredan. Esas hijas e hijos sufren un daño irreparable y son también víctimas de violencia de género. El objetivo es el control y el dominio sobre la mujer, en un alarde máximo de posesión en una relación de poder que se sustenta en la desigualdad.
La violencia vicaria cuenta con la complicidad de una sociedad que cuestiona permanentemente a las mujeres, que las priva de autoridad y pone en duda su palabra. Las mujeres suelen intentar que su voz se oiga en el colegio de esas hijas o hijos, entre las amistades, en la propia familia, en los juzgados, pero los imaginarios del “buen padre” y la “mala madre” se imponen. Se prefiere escuchar al varón y apoyar al hombre que juega a ser víctima, que a esas mujeres que, desesperadas, intentan hacer oír su voz para evitar que el padre haga daño a sus hijas o hijos. Ángela González Carreño presentó más de 30 denuncias porque temía por la vida de su hija en las visitas con el padre, finalmente éste la asesinó. El Comité de la CEDAW condenó al Estado español por negligencia, pero como vemos los asesinatos se han seguido produciendo y no se han tomado las medidas necesarias.
¿Se engloba dentro de la violencia de género?
Si. La violencia vicaria es violencia de género. Se sustituye a la persona en la acción directa física o psicológica de la violencia para causar un daño mayor y permanente a la mujer. El objetivo es la mujer. La ejercen siempre hombres contra mujeres.
Por qué se llama violencia vicaria?
Porque se sustituye a una persona por otra para ejercer la acción, en este caso a las hijas o los hijos a quienes se asesina para destruir la vida de la madre, o a quienes se pone en contra de la madre para causarle un daño permanente que en muchos casos lleva al suicidio de la mujer. El término violencia vicaria se incluyó en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género en España.
¿Es lo mismo que el parricidio?
No tiene nada que ver con el parricidio. La violencia vicaria se ejerce contra la mujer. El único objetivo es destruirle la vida a la mujer. Implica una intención clara de causar un daño infinito y un dolor extremo a la que no se ha asesinado directamente.
Cuál es el reto para luchar contra la violencia vicaria? Que la sociedad tome conciencia de la realidad de la violencia de género. Se necesita la implicación responsable de todos los poderes públicos, que no deben admitir la negación de la violencia contra las mujeres, una violencia que cuestiona los valores democráticos y tiene efectos devastadores sobre la convivencia social. La negación de la violencia contra las mujeres