Vergüenza nacional
El daño cometido contra la estatua de Luis Suárez no es una cosa menor. No se trata de la rotura de la imagen de un futbolista que milita en tal o cual equipo. No es un daño colateral a los desmanes ocurridos durante la celebración por el nuevo aniversario de Peñarol.
Lo que pasó con esa imagen, es un símbolo de la violencia e intolerancia que tenemos en nuestro interior y que escondemos por lo bajo.
Fue una manifestación de irreverencia por todo y el corolario de un acto de vandalismo que buscaba que si en esa movilización de masas había daño, que se notara.
También hubo daños contra comercios, contra objetos metálicos puestos en la vía pública para hacer publicidad y contra las banderas de la diversidad colocadas en ocasión de la marcha del pasado 24 de setiembre.
Pero insisto, lo de Suárez lo resume todo porque de trata de un emblema del deporte uruguayo, de un deportista que sabe lo que cuesta llegar y que refleja un espíritu de sacrificio y lucha por alcanzar sus metas, pro también gloria y osadía de vencer a los poderosos para poner al Uruguay en lo más alto.
Entonces la ira con la que fue dañada la estatua habla de la pobreza de espíritu que tienen los que lo hicieron, de la ausencia de criterio y de responsabilidad, de carencias de todo tipo.
Encima ahora toda la comunidad deberá pagar por la reparación de esa imagen, que es casi como una estampita que impone que todos respetemos aunque muchos veneran cuando pasan a su lado.
Más alla de todo, el acto de violencia causó vergüenza nacional y nos puso en el mapa como el lugar que aborrece a uno de sus hijos pródigos.