Un drama que quedó instalado y son una postal de lo que no nadie quiere ver
Las ollas y merenderos siguen existiendo en Salto como forma de asistir a cientos de personas que dependen de éstos para poder alimentarse. La situación en este departamento del litoral no es la mejor de los últimos años, ya que el desempleo ha crecido a niveles insospechables y supera ampliamente el orden del 14 %, mientras los guarismos a nivel nacional son otros y están casi por la mitad.
Una de las postales de esta dramática situación que se vive en un departamento que es productor de alimentos y en un país que genera comida para más de 30 millones de personas, pero que no puede atender a sus poco más de 3 millones, es lo que se ve cada sábado al mediodía en la Casa Diocesana, que pertenece a la Iglesia Católica, en pleno centro de Salto.
Allí hacen una larga fila desde tempranas horas de la mañana varias personas que buscan llevarse uno o más platos de comida, que les aseguren tanto el almuerzo como la cena en lo posible. Obtienen ese alimento gracias a la solidaridad de un grupo de personas que pertenecen a la grey católica, que reúnen donaciones y que vuelcan las mismas a la elaboración de comidas para poder alimentar a las personas que concurren al lugar.
Todo esto solamente traduce una situación de pobreza estructural que se mantiene en el Uruguay y especialmente en Salto, donde la desocupación, la falta de empleo genuino, la ausencia de inversiones privadas y la carencia de políticas de Estado que apunten al desarrollo integral del departamento, determinan que haya un estancamiento social y continúen los niveles de pobreza prepandemia, con emergencia habitacional y situaciones económicas agravadas por la crisis argentina, pero a su vez por el encarecimiento de los precios en el Uruguay.
Por lo tanto, parece que esa postal será una constante en cada invierno mientras no haya soluciones a los problemas de fondo, donde la sociedad atraviesa por un rompimiento del entramado social, que lejos de cohesionarse parece estar con más fisuras, las que se están profundizando.
Entramos en el año electoral y en el último año de gestión del actual gobierno, quizás aparezcan soluciones que puedan ayudar a paliar lo que apareció como un drama social en 2020, como lo fueron las ollas populares, pero que por distintas razones no se fueron y deberían no tener razón de existir.