Condenar la violencia no basta, hay que ser responsable

Lo que pasó en la cancha de baby fútbol de las instalaciones del Club Remeros Salto es inadmisible. No solo por el hecho de violencia registrado por el teléfono celular de uno de los presentes, sino por varios factores, entre ellos justamente ese, la pasividad del grupo que habla de cierta complicidad con lo sucedido al no frenar al violento de su accionar o peor aún, el temor de enfrentarse al mismo.

Pero acá hay varios aspectos a analizar. Uno de ellos es el hecho en sí, ya que la violencia desmedida del adolescente que golpeaba al otro mientras se encontraba sentado en el suelo y le pedía que no le pegara, habla de un problema a atender de ese chico y principalmente de su familia, responsables de la situación por donde se lo mire.

Aunque también y hasta peor aún, es la pasividad con la que sus compañeros de «equipo» se toman el hecho. Hasta filmándolo sin siquiera pedirle al violento que deje de agredir al compañero, porque no solo la agresión constituía un hecho de violencia, sino la actitud de este chiquilín que se mofaba de su víctima mientras lo golpeaba, ante sus compañeros que nada hacían y eso habla de una indiferencia que por decir lo menos, es preocupante, porque son el futuro de la sociedad uruguaya y sus decisiones de hoy, serán las acciones del mañana.

La responsabilidad que tiene la institución en este caso es indiscutible, sobre todo de sus directivos que tienen la obligación de cuidar a los que allí concurren y de desarrollar políticas que tiendan a proteger la integridad física de cada uno de los socios, algo que incluso está previsto a nivel general en nuestra legislación, donde el artículo 1324 del Código Civil establece que los responsables de instituciones deben conducirse con el cuidado y el deber del «buen padre de familia».

Pero en este caso es al revés, los directivos encima se enojaron y cuestionaron a la prensa por difundir los hechos de violencia que ellos mismos no pueden controlar dentro de su institución. Después de que sucediera ese hecho donde ellos en cierta medida, faltan a su responsabilidad de cuidar de la integridad física de los que allí concurren, y supuestamente tras tomar medidas al respecto, a las mismas no las hicieron públicas para que la sociedad entienda que en ese club social -donde el que paga la matrícula se hace socio y al que la comunidad tanto le ha cedido, como por ejemplo, al permitirles hacer un puente que atraviese una calle que es de todos tratándose de una concesión del pueblo de Salto por más que crean lo contrario- se enaltecen valores tales como la tolerancia, el respeto y la fraternidad entre pares.

Pero no. Los directivos se enojaron y en un comunicado público cuestionan el hecho de que el Diario Cambio de Salto publicara la situación sin haberlos consultado, como si el medio tuviera que hacerlo. Además uno de los integrantes actuales de la Comisión Directiva se comunicó con Laguardia para cuestionar firmemente la «liviandad» con la que nuestro medio trató el tema.

Y sostuvo, desde su parecer, que «no debían darle explicaciones a nadie ajeno» a la institución. Aunque después reconoció que «este tipo de episodios» pasa usualmente y que hay un historial de personas sancionadas por casos como éstos.

Este directivo que amedrentó a quienes hacemos laguardia con sus palabras, debería saber que por más «honorario» que sea su trabajo como lo recalcó varias veces, cuando ocurren episodios como el que nos convoca, muestra que su labor no da resultado, por eso le recomendamos dejarle lugar a otro e irse a su casa con un agradecimiento por los servicios prestados.

Ojalá la comisión directiva en vez de juzgar al otro por comunicar la falta de ellos, tiendan a hacerse cargo de las cosas y evitar que este tipo de situaciones ocurran. Por lo menos, por algo llamado autocrítica, que parece que les falta y mucho.

Laguardia

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