Cuando el fascismo se vuelve un boomerang

El 10 de Diciembre es el Día Internacional de los Derechos Humanos. En esta fecha pero en 1948 fueron creadas las Naciones Unidas, una organización internacional integrada por todos los países del planeta, o la inmensa mayoría de ellos, en la que definen políticas estratégicas regionales, se tejen alianzas y se habla de muchas cosas, y a veces, hasta se encuentran soluciones a conflictos, aunque estos casos son los menos.

El tema es que el 10 de Diciembre quedó fijado a nivel universal como el Día de los Derechos Humanos. Y eso tiene que ver con muchas cosas, principalmente con velar por los mismos y por ponderarlos. En tal sentido, respetar, cuidar, proteger e impulsar un derecho humano fundamental como es la Libertad de Expresión, es imperioso para un medio de comunicación.

En el caso de Laguardia, siempre respetamos la Libertad de Expresión por sobre todas las cosas. Pero como derecho que es de las personas, la libertad de expresión tiene un marco de responsabilidades y es que, cuando uno habla de algo, tiene que tener fundamentos, de lo contrario es cháchara.

Y esa cháchara, le hace mal a la población porque lo que busca es insultar y denostar a otro, para confundir y generar caos, pero sobre todo dañando al otro, causándole un perjuicio al otro, sin medir absolutamente nada.

La entrega de Premios de Laguardia realizada el pasado jueves 7, fue una instancia de encuentros, de celebración y de diálogo.

Diálogo que tuvimos entre todos y que nos dimos todos los que allí estábamos. Hubo personas específicas que cuestionaron la presencia de una de las invitadas de este medio para esa noche, como fue la periodista Patricia Madrid.

La colega y amiga de esta casa, fue invitada a hablar, a decir su verdad sobre lo que ella piensa acerca de su rol en las grandes ligas del periodismo nacional. No fue una de las premiadas, pero sí fue reconocida, distinguida por haber tenido la voluntad de recorrer 1.000 kilómetros para estar pocos minutos en un evento de un medio de comunicación del interior y volverse a su casa.

Que estas personas le cuestionen su postura sobre tal o cual tema, sería válido si no fuera con insultos, con groserías y con chabacanerías. Incluso con ataques a este medio, que fue de los pocos y de los primeros que a ellos también le dio micrófono cuando nos decían que ese matrimonio, puntualmente, era parte de «unos locos sueltos», que querían rebatir argumentos de destacados científicos de nuestro país como Rafael Radi, Gonzalo Moratorio o Rodney Colina.

Pero aún así, en aras de esa libertad de expresión que tanto respetamos, desde Laguardia les dimos, como dice en su decálogo sobre el deber del periodista el eximio maestro del periodismo nacional, Claudio Paolillo, «su derecho a decir su verdad».

Pero parece que solo la verdad de ellos es la que vale y no la de los otros, ¿no es eso una práctica fascista?, creer que su verdad es la absoluta y la de los demás no vale ¿no es un pensamiento totalitario?

Después, el colega Carlos Arredondo que posteó mal que nuestro medio premió a una mujer fascista, pero como lo dice él mismo: «hasta al mejor cazador se le escapa la liebre».

Hablar en una radio requiere saber de qué se habla, también escribir en un diario satirizando a las personas aunque cuando se hace sin poner el nombre ni la cara para ser objeto de devoluciones no está bueno, pero se lo dejo a él, su concepto de libertad, al menos para mi es preocupante.

Sigue la misma línea del matrimonio antivacunas, su derecho a decir vale, no el del resto. Precioso ejemplo de libertad de expresión, pero allá él y sus circunstancias.

Aunque con todo, no hay que pagar más por el chancho de lo que el chancho vale.

En fin, hoy es un día de reivindicación de derechos, el derecho humano fundamental a la libertad de expresión es algo a revindicar cada día, y nosotros debemos protegerlo.

Así nos ataquen porque le damos voz a un matrimonio antivacunas al que acusan de ser «locos sueltos», pero ni así les negamos su derecho a decir, porque de esa misma manera tampoco aceptamos dejar de darle micrófono a alguien que opina de manera diametralmente opuesta.

Lo hacemos porque creemos en la libertad y en la libertad en serio como derecho fundamental de todas las cosas, sino el fascismo que le endilgamos a otros, como todo, termina volviéndose un boomerang.

Hugo Lemos

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