Hasta la vida venidera, querida Adela

«Nos vemos en la clase venidera», esa era la frase que caracterizaba a la profesora Adela Soto de Beriau, tal como ella tanto lo remarcaba por estar casada con un grande, como es el escribano Alberto Beriau Errandonea, el querido Beto.

Parece que escribir estos obituarios se están haciendo costumbre últimamente, pero cuando entendemos que hay quienes ameritan algunas palabras que emanen de nuestros sentires, es necesario hacerlo. Por eso, al embargarnos una profunda tristeza por la partida de la querida profesora Adela Soto, escribimos estas palabras.

Elegante, capaz, correcta, educada por demás, siempre sonriente, responsable y comprometida con su familia, su profesión, su actividad política y su condición humana de ser alguien capaz de conversar y aleccionar con sus ideas y expresiones siempre tan significativas para el que las escuchaba, así era Adela, la profesora que en el año 1993 tuve el honor de tener en la clase de Idioma Español en el Liceo 1 de Salto y que tanto me enseñó.

La veía seguido en los últimos tiempos por su militancia política en el Partido Nacional cada vez que nos tocaba hacer la cobertura de algún mitín, ella estaba ahí. Estoica, con su sonrisa intacta y su cara de que las cosas donde ella estaba, iban en serio. Porque Adela daba la seguridad de que la rectitud estaba presente donde su persona fuera parte.

En los últimos tiempos había regresado a la militancia política a través de la Lista 71, donde la encontramos en más de una oportunidad. Serena, gran lectora y muy buena educadora, compañera de sus hijas Adela y Agustina, donde más allá de las distancias geográficas con una y con otra siempre estuvo al lado de ambas, ya que eran su gran orgullo.

Nos causó tristeza y emoción su partida, porque era una profesora a la que admirábamos y respetábamos profundamente por lo que nos transmitió, porque era una salteña comprometida con su ciudad y con su comunidad, por eso integraba los grupos sociales y políticos que entendía según sus inquebrantables principios; pero también por su dimensión humana, esa que junto al gran Beto Beriau (otra persona incomparable a la que tengo el honor de llamarlo amigo) supo compartir a lo largo de los años que estuvieron juntos.

Por eso al despedirla nos toca hacerlo con su propia frase y como creemos que a los que parten no los perdemos sino que se van primero, le digo: Hasta la vida venidera, querida Adela, fue un honor haberte conocido. Hasta siempre.

Hugo Lemos

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