Ojalá las elecciones universitarias sean más libres
La Universidad de la República vuelve a elegir a sus representantes en elecciones democráticas, en las que participan miles de personas que integran los distintos órdenes, ya sean estudiantes, docentes o egresados. Por la Constitución de la República, la casa de estudios es un ente autónomo de enseñanza que se cogobierna con esos tres órdenes en los distintos órganos que la administran.
Esto le da autonomía e independencia a la institución para que en ella primen los valores republicanos, democráticos y universitarios, sin contaminación político partidaria, cosa que en sus órganos de cogobierno, ya sea la Asamblea del Claustro o el Consejo de cada Facultad, o incluso el Consejo Directivo Central (CDC), no se vea influenciado por cuestiones de índole político partidaria, que terminen reorientando hacia objetivos ajenos a los verdaderos intereses de la Universidad, las cuestiones de su vida institucional, por hacerle los mandados a tal o cual partido.
Esto en realidad pasa, ocurre en nuestra Universidad de la República, donde las diferentes corrientes están inspiradas en los distintos partidos y sectores políticos, en vez de respetar esa autonomía e independencia que debe tener nuestra casa de estudios y por la que tanto lucharon generaciones del siglo XX, que a base de lucha lograron la existencia de su actual Ley Orgánica.
Si la Udelar no estuviera tan partidizada, no polítizada porque somos seres políticos y la política universitaria es buena para la vida de la institución, sino partidizada, donde los intereses partidarios están metidos hasta en las paredes de la casa de estudios, seguramente habría otro desarrollo y otro impulso que es necesario que lo tenga de una buena vez y que no lo vemos, hasta el día de hoy.
La ideologización que existe en el seno de la política universitaria conlleva a intereses mezquinos, donde la izquierda y la derecha sacan sus mejores ensayos de gobierno, haciéndole a la Universidad jugar roles que no le corresponden, sino que sus autoridades y delegados lo hacen acatando mandatos emanados desde los comités partidarios, como cuando se embanderaron a favor de una postura contra una ley, como la LUC, que en este caso fue para acudir a los lineamientos del Frente Amplio ya que muchas de sus autoridades integran a su vez ese partido político, dejando afuera a los miles de universitarios que no comulgan esa idea, pero en este caso, arrogándose el derecho de hablar por ellos.
La Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU), que otrora supe integrar y la Asociación de Docentes de la Universidad de la República (ADUR) se han vuelto la voz de intereses partidarios de la izquierda, adentro de la casa de estudios y sus reclamos van en consonancia con quién esté sentado en el piso 11 de la Torre Ejecutiva. Y no lo esconden, al contrario, creen que es lo correcto, que los universitarios estatales sean de izquierda, algo que es tan mezquino como arrogante.
Ojalá las elecciones universitarias sigan siendo libres, democráticas y plurales, y sobre todo, que si vuelve la izquierda al gobierno, los reclamos por los problemas de fondo que tiene la Universidad pública de nuestro país, se hagan sentir con tanta efervescencia como la que oímos de los actores universitarios en los últimos años, porque eso comprobaría que están más cerca de la defensa de la educación universitaria pública, gratuita y cogobernada, y no de los intereses malintencionados de los políticos de turno.
Hugo Lemos