Ucrania bajo ataque, temor en el mundo por lo que pueda pasar

La noche ha sido larga en la capital de Ucrania, Kiev, como en todas las regiones del país, según han ido sonando las primeras detonaciones de los ataques del Ejército ruso, iniciado durante la madrugada del jueves. Desde primera hora, las alarmas antiaéreas se han escuchado en el centro de la ciudad, al igual que distintas explosiones a lo largo de la jornada. Ya al amanecer, las sirenas de los coches de policía se alternaban con el tráfico en medio de la incertidumbre de los habitantes. Miles de personas por las calles seguían a través de sus teléfonos móviles las noticias de los ataques rusos y la invasión del país ordenada por el presidente Vladímir Putin.

En el centro de la capital ucrania, medio desierta, no se han avistado vuelos de aviones militares, pero sí se percibe un sentimiento de pánico y psicosis, especialmente en las estaciones de trenes y autobuses. “No miro las noticias, solo a mis niños”, resuelve con una sonrisa Tatiana Molodtsova, empleada de una clínica de estética de 32 años, mientras extiende los brazos en un gesto de seguridad sobre Eva, de 13 años, y Rostik, de 9. Esperan, sin ni siquiera haber conseguido billete, un tren que les lleve a Lviv, una ciudad del oeste, desde la que pretenden dar el salto a Polonia. “Nadie quiere una guerra, pero esto es ya una guerra”, afirma la mujer.

La estación de autobuses también es escenario de momentos de nerviosismo ante la imposibilidad de muchas personas de conseguir tiques. Vlad, de 28 años, se abraza con ternura a su hijo Danya, de dos, en el momento de entregárselo a su esposa, Tatiana, de 26, que espera una oportunidad para alejarse de la incertidumbre reinante en la capital y viajar hacia el oeste.

Sasha, una psicóloga de 22 años, abandonaba la ciudad también. Toma el metro en la parada de la plaza de la independencia tirando de una maleta sobre ruedas y, sobre ella, un transportín en el que llevaba a su gato, Gosha. Deja Kiev en busca de la seguridad de una ciudad más pequeña, Jmelnytsky, a unos 350 kilómetros al oeste. Las avenidas se llenaron de tráfico cuando aún era de noche. Coches con familias a bordo salían de la ciudad, hacia el oeste o hacia el campo, lejos de la frontera rusa, situada a 400 kilómetros.

Algunos hoteles de la ciudad están cerrando y evacuando a sus clientes. En uno de estos establecimientos, el Khreschatyk, se agolpaban este jueves algunas personas con sus maletas, dispuestas a abandonar la ciudad. Varias narraban entre lágrimas hablando por sus teléfonos móviles la situación que se vive en la capital de Ucrania.


En Kiev, los preparativos habían sido discretos hasta ahora. Pero el miércoles por la noche, tras la proclamación del estado de excepción, el alcalde, Vitali Klitschko, anunció la instalación de puestos de control en las principales entradas de la capital y el refuerzo de los controles de pasajeros en las estaciones de tren y el aeropuerto. “Nos quedamos aquí, es más seguro; vamos a esperar aquí”, explicó a AFP una joven que no quiso dar su nombre y que llevaba en su bolsa su documentación, cargadores y mucho dinero en efectivo. “Lo esencial” para huir en tiempos de guerra.


A las cinco de la madrugada, un proyectil impactó contra un panel publicitario en la calle Vasilkovskaya, a unos ocho kilómetros del centro de la ciudad, delante de un edificio de ladrillo que acoge un pequeño cine y una compañía de aguas. El impacto no causó daños personales, pero el estruendo sí levantó al vecindario. La zona permanecía acordonada desde primera hora de la mañana mientras militares y policías recogían restos de metralla, que aparecía esparcida en decenas de metros a la redonda. Los agentes los iban acumulando en un camión.

Taras, uno de los militares, explicaba que el impacto se debió al lanzamiento de un proyectil desde un avión del Ejército ruso. Este uniformado mostraba en su mano los pedazos de metal que se iba encontrando por el suelo, que aparecía regado de cristales. No hay confirmación oficial de que los destrozos hayan sido ocasionados por un caza ruso.


Junto a la cinta que marca el perímetro se formaban corrillos de vecinos que, entre la sorpresa y el miedo, comentaban lo ocurrido, pero la vida seguía con cierta normalidad bajo la lluvia en la capital ucrania. Ludmila Sofronyuk, de 47 años, contaba que estaban acostados cuando oyeron la explosión. La ventana de su apartamento no se vio afectada por la onda expansiva, pero sí otras de su edificio.

Algunos locales y empresas de la calle, como la oficia del banco Pumb, también sufrieron daños por la explosión.

(Con información de EL PAÍS de Madrid)

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