Los políticos y la felicidad humana

Sala de sesiones de la Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo (UM)

El otro día tuve el privilegio de participar de una charla sobre Liderazgo y Organización, le llamaron un Open Day, promovida por la Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo (UM), una de las universidades privadas de mayor prestigio del país y la región por su calidad académica.

El instituto está liderado, entre otros por Joaquín Ramos, un clase A que sabe de lo que habla y sobre todo cómo dirigir un debate acerca de liderar y tomar decisiones en el marco de un conflicto.

Para asistir, los participantes debimos analizar un caso y tener una idea más o menos clara sobre las posibles soluciones.

En realidad, son situaciones que pueden presentarse a diario en cualquier ámbito, pero en el que uno debe aceitar el pensamiento para buscar salidas, evitando que las mismas tengan consecuencias con daños mayores a futuro.

Es decir, buscar salidas que contemplen un daño menor, y no generar más problemas ni más líos de los que ya hay.

Fue una experiencia maravillosa estar con seres pensantes, que esforzándose para arribar a soluciones de conflictos, dieron todo lo que su materia gris les permitía en ese momento.

Pero si bien el caso en cuestión se trataba de un trabajador, que, empleado por un club social, debió enfrentar cambios drásticos ante una renovación inesperada de su directiva, motivó a que la gente pensara un camino favorable para el trabajador y una solución redituable desde todo punto de vista para la institución.

Algo que ayudó a que todos dejaran de observar tanto si los benditos números tienen que cerrar siempre, en vez de valorar la importancia del concepto de inversión social y el derecho a la felicidad de la gente.

Tema para nada menor, ya que es importante siempre ponerlo arriba de la mesa, porque la felicidad humana es el fin último de todas las cosas y generar satisfacción en una población determinada, como los socios de un club, debe ser el interés primordial de quienes son los que administran sus intereses y el motivo de su felicidad.

Sin embargo, los directivos de un club (ejemplo que bien vale para un organismo público determinado), deben apostar a que todas sus políticas no caigan en lugares comunes como querer que la caja cierre en cero a cualquier precio, como si se tratara de un niño caprichoso que no quiere que le toquen la alcancía, sino que la primera regla de la administración de una entidad determinada, debe ser lograr la satisfacción de la población objetivo, empatizando siempre y buscando salidas que ayuden a evitar más conflictos.

Diálogo, participación, escuchar al otro y ponerse en los zapatos del administrado y no del administrador, es lo que hará que las cosas sean mejores y más sencillas.

Me habría gustado que los líderes políticos de mi departamento tomaran esa charla, para escuchar, entender, aprender e intercambiar experiencias, algo que los hará comprender más que su misión política, debe estar orientada a hacer valer el importante y olvidado derecho a la felicidad humana y no a otra cosa.

Hugo Lemos

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